Años de trabajar descalzo en la granja, con los dedos de los pies extendidos y engordados como mi madre y mi padre. El sol quemó mi piel a un color marrón oscuro. En la cultura asiática, la piel clara y los pies pequeños se ven como objetos de belleza. Las mujeres del pueblo chismeaban sobre mí: “Mira a Lamai, es linda,… pero mira esos pies. ¿Qué clase de hombre querría casarse con ella con esos pies grandes y castaños?”. Durante años, me avergoncé de mis feos pies grandes, gordos y castaños de granjero, ya que eran un testimonio instantáneo de mi pasado campesino.